3 de febrero de 2018

JESÚS, EL MISIONERO INQUIETO


Reflexión homilética para el quinto domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B.

Con San Marcos, nuestro compañero del ciclo B, continuamos paso a paso la vida del gran apóstol Jesucristo cuya inquietud misionera nos da a conocer este domingo.
  • El libro de Job

La primera lectura de hoy nos recuerda una frase muy conocida del buen Job: “Milicia es la vida del hombre sobre la tierra y sus días como los de un jornalero”. Luchar, trabajar, sufrir, es muchas veces la realidad de nuestra vida, aunque es cierto que todo ello “normalmente” va combinado con gozos y alegrías. Por eso mismo dirá Job: “Si recibimos los bienes de Dios, ¿cómo no recibir los males?” La vida es un conjunto de dolores y gozos que, si sabemos aprovecharlos y ofrecerlos a Dios, nos redime de la secuela del pecado original que todos arrastramos y nos prepara para aprovechar la redención que nos mereció Jesús.
Amigo, que no se pierda todo el sufrimiento, mucho o poco, grande o pequeño, que te traiga la vida.
Para el pueblo de Dios siempre ha quedado una frase grabada en el alma que aflora en las dificultades y sufrimientos: ¡La paciencia de Job!... ¡Por algo será!
  • Salmo responsorial 146

Nos invita a la alabanza. En fin de cuentas los salmos fundamentalmente están hechos para glorificar a Dios y pedir su misericordia. Este salmo nos invita a alabar especialmente al Señor porque “sana los corazones destrozados, venda sus heridas…”
No olvides que una de las oraciones más importantes que deben brotar del corazón
del cristiano es la adoración y la alabanza.
Somos las criaturas que glorificamos y agradecemos a nuestro Creador.
  • San Pablo a los Corintios

A Pablo se le llama “el Apóstol” por ser el gran predicador que se esforzó por recorrer todo el mundo entonces conocido, llevándole el mensaje evangélico. Sin embargo él nos advierte que “predicar no es para mí motivo de orgullo”. Esto dice Pablo y es verdad. Los evangelizadores hemos de tener en cuenta que el poder hablar de Dios no debe enorgullecernos nunca ni hacernos sentir vanidad.
Ciertamente que poder transmitir por nuestros labios la Palabra de Dios es un gran privilegio, pero no merecido por nosotros, sino regalo de Dios. Muy hermoso es poder repetir con Pablo que sentimos una fuerza interior que nos obliga a evangelizar “a tiempo y a destiempo” y ojalá pudiéramos repetir con el mismo fervor de Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!”.
Sería rechazar un regalo de Dios.
Te invito a seguir el consejo y ejemplo de Pablo para que tú puedas ser de verdad apóstol de Jesús.
Fíjate bien:
“Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio”.
¿Y cuál es la paga que pide Pablo por el hecho de evangelizar?
Seguir evangelizando: “Precisamente dar a conocer el Evangelio anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio”.
Qué importante es evangelizar con un desprendimiento total para que pueda ser mejor acogido el mensaje de Jesús.
  • Evangelio

Marcos continúa contando cómo Jesús, al salir de la sinagoga, fue a la casa de Simón y Andrés. La suegra estaba en cama. Jesús la tomó de la mano y la levantó.
¿Qué es lo que hizo la mujer ante este regalo?
Lo que tenemos que hacer nosotros. Aprovechar la salud para servir a los demás.
En realidad da la impresión de que Marcos nos está describiendo un día de la vida de Jesús:
Oración temprano, oración en la sinagoga, algunos milagros, la curación de la suegra de Pedro y de otros muchos enfermos que le traían al atardecer.
Muy temprano, al día siguiente, se levantó a hacer oración Él solo. Pronto llegaron a Jesús los apóstoles a decirle que la gente estaba esperándolo. Y la respuesta del Maestro, donde se nos muestra especialmente misionero, fue ésta:
“Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”.
Termina Marcos diciendo que así Jesús “recorrió toda Galilea predicando en las sinagogas y expulsando los demonios”.
Creo que este domingo nos trae buenas luces para quienes queremos ser evangelizadores, imitando a Jesucristo.

José Ignacio Alemany Grau, obispo