7 de septiembre de 2017

NO TENGAN MÁS DEUDAS QUE EL AMOR

Reflexión homilética para el XXIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
En este domingo la liturgia nos invita, de distintas maneras, a tener verdadero amor al prójimo para agradar a Dios.
*       Ezequiel
El profeta empieza el capítulo 33 con una comparación:
Si el centinela, al ver al enemigo, no avisa al pueblo, él es responsable de las muertes que haya. Pero si toca la trompeta y nadie hace caso, habrá muertos pero el centinela no es responsable.
Después de esta comparación, la liturgia nos pone alerta explicando que, cuando el profeta escuche la Palabra de Dios la transmita a Israel, de lo contrario será responsable del pecado de su pueblo.
El Señor dice:
“Si yo digo al malvado: malvado, eres reo de muerte, y tú no hablas poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa pero a ti te pediré cuenta de su sangre”.
Por el contrario si tú lo pones en guardia y el malvado no cambia “él morirá por su culpa pero tú has salvado la vida”.
Creo que la conclusión para nosotros es clara: debemos evangelizar y dar a conocer la Palabra de Dios para alertar al prójimo de lo que tiene que hacer. Cuando hayamos obrado así, la responsabilidad es del pecador si acepta o no la Palabra de Dios.
*       Salmo responsorial (94)
El salmo, siguiendo la misma línea de Ezequiel, nos pone alerta para que escuchemos la voz de Dios y cambiemos de conducta.
Invitar al prójimo a la conversión es un apostolado y es una gran obra de caridad.
Por eso vamos a repetir en el salmo responsorial: “ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.
La invitación que nos hace este salmo es para glorificar a Dios, esa oración que muchas veces olvidamos y que es la más importante:
Aclamar al Señor, dar “vítores a la Roca que nos salva”.
La “Roca” es uno de los nombres que se dan a Dios en el Antiguo Testamento indicando el poder y la fortaleza de Dios.
El salmo continúa invitándonos a postrarnos en tierra bendiciendo a nuestro Creador “porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo”.
*       San Pablo
Seguimos con la carta de San Pablo a los Romanos a quienes da un gran consejo que debemos tener siempre presente. No estamos en el mundo para pelearnos entre nosotros, sino para crear entre los hombres el amor que ayuda, consuela, anima, etc.
San Pablo enseña esto con una bella frase: “A nadie le debáis nada más que amor”.
Debemos fijarnos en esto porque, como dice el apóstol, lo más importante es el amor porque “el que ama a su prójimo ha cumplido toda la ley”.
Pablo añade, finalmente, que el resumen de los mandamientos es “amar al prójimo como a ti mismo”.
*       Evangelio de San Mateo
Nos habla, en primer lugar, de la corrección fraterna.
La caridad exige el respeto a la fama del prójimo. Por eso, cuando vemos a un hermano que peca, no tenemos que “ventilar” su pecado para que todos lo sepan y tampoco dejarle para que siga pecando, sino que Jesús quiere que haya reprensión pero manteniendo la discreción para bien del prójimo.
Jesús nos explica los pasos que hay que dar cuando corregimos:
Primero, hablar a solas con el que ha pecado.
Segundo, si no hace caso, llamar a una o dos personas discretas para corregirlo en su presencia.
Tercero, si tampoco hace caso, hay que decirlo a la comunidad. Si no hace caso a la comunidad se le considera excluido de ella.
A continuación Mateo habla del poder que Jesús confiere a sus apóstoles para perdonar al que ha pecado:
“Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo”.
La tercera parte del Evangelio de hoy es relevante. Jesús conoce cómo somos y que difícilmente nos ponemos de acuerdo unos con otros. Por eso nos advierte que cuando pidamos a Dios lo hagamos con otros y así promete que “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo”.
Y la última afirmación es significativa y hermosa, si pensamos que nos lo está diciendo nuestro mejor Amigo, Jesucristo, nuestro Redentor:
“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Imaginemos la belleza de un matrimonio que está casado por la Iglesia:
¡¡En medio de ellos está Jesús!!
Jesús es la fortaleza de nuestras familias y también de los amigos que nos unimos en nombre de Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo