7 de enero de 2016

Reflexión homilética para la Fiesta del Bautismo del Señor

¿JESÚS SE BAUTIZÓ DE VERDAD?

La gente suele contar muchas cosas con respecto al bautismo que recibió Jesús, de manos de Juan, en el río Jordán.
Incluso, sabemos que algunos hablan de no bautizarse ni bautizar a sus hijos hasta tener treinta años, que eran  los que tenía Jesús, según San Lucas, cuando lo bautizó Juan.
Aclaremos.
El bautismo que recibió Jesús no fue un sacramento. Fue un gran acto de humildad, haciéndose bautizar por el Bautista con un bautismo destinado a los pecadores, para cumplir toda justicia.
Sabemos que en  muchas religiones se daba el bautismo como un signo externo de arrepentimiento.
Jesús que era infinitamente santo se hace bautizar como una manifestación de su humillación y anonadamiento, según decía Pablo a los Filipenses.
Sin embargo Dios se quiso manifestar en ese momento:
“El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación, descendió entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación”. Y por su parte “el Padre manifiesta a Jesús como su Hijo amado” (Catecismo 1224).
Como ya hemos indicado líneas arriba, en el plan de Dios, el bautismo de Jesús constituye un momento especial de Epifanía, por eso hay una manifestación de la Santísima Trinidad: el Padre dejó oír su voz para que todos reconocieran a su Hijo, el Hijo está en el Jordán y el Espíritu se manifiesta en forma de paloma.
Jesús, como era Dios, no podía tener pecado alguno. Por eso su bautismo no fue como el nuestro. Por otra parte, Él mismo no había instituido aún el sacramento.
¿Y cómo fue nuestro bautismo?
Es bueno que hoy recuerdes el día que te bautizaron, quiénes fueron tus padrinos, cómo fue aquella fiesta, según te han contado o quizá lo recuerdes porque lo recibiste de más edad.
Ese recuerdo te ayudará a agradecer los grandes regalos que Dios te dio con el sacramento del bautismo.
Según el Catecismo (1213) el sacramento del bautismo es “el fundamento de la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu que permite acceder a los otros sacramentos”.
Estos son los efectos que produce el sacramento del Bautismo:
“Somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión” (id).
Como ves todas estas cosas ya las tenía Jesús desde siempre, porque era Hijo natural de Dios, en cambio nosotros, las recibimos en el bautismo como fruto de la vida, muerte y resurrección de Jesús, nuestro Redentor.
*       Isaías invita a consolar al pueblo de Israel prometiéndole al enviado del Señor:
“Consolad, consolad a mi pueblo, hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen…”
Él viene “como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”.
*       También en este día Pablo nos presenta, en la carta a Tito, al Salvador, diciéndonos cómo “ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador y su amor al hombre.
No por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que, según su propia misericordia, nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento (es decir el bautismo) y con la renovación del Espíritu Santo”.
Todo esto nos ha venido por medio de Jesucristo por eso en este día debemos manifestar nuestra gratitud.
*       El salmo nos invita a bendecir a Dios por su grandeza:
“Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas… Bendice alma mía al Señor: Dios mío qué grande eres”.
*       Por su parte, el verso aleluyático nos va a recordar este domingo las palabras del Bautista presentando Jesús a la multitud:
“Viene el que puede más que yo. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
*       El prefacio de hoy nos resume lo fundamental de esta fiesta, con estas palabras:
“Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán, has realizado signos prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo: hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba entre nosotros y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres reconociesen en Él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres”.
No hay duda que la liturgia, con esta fiesta solemne, nos manifiesta la grandeza de Jesús de quien vamos a hablar durante todo este año.
San Lucas, nuestro compañero en el ciclo C, nos irá contando tanto las enseñanzas como la vida de Jesús, para ayudarnos a caminar por el camino de la santidad y perfección a la que Dios nos llama a todos.

José Ignacio Alemany Grau, obispo