24 de septiembre de 2015

Reflexión homilética para el XXVI domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

¿EL CELO O LOS CELOS?

La palabra “celo” tiene raíz hebrea que recoge la idea de un líquido que entra en ebullición.
Esto nos hace pensar en el rojo del rostro de un hombre apasionado.
El celo puede venir del amor apasionado o de la envidia que surge en el corazón.
En la Biblia se lee que Dios es celoso y exige una adoración única, porque hemos sido creación suya y le debemos todo cuanto somos y tenemos.
En efecto, en Éxodo (20,5) leemos:
“Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian. Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos”.
*       La lectura de hoy, en el libro de los Números, nos presenta cómo Dios “bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos”.
El texto indica que este profetizar de los setenta y dos ancianos no volvió a repetirse ya que otras traducciones distintas del texto dominical cambian la palabra “enseguida” de nuestro texto, por esta otra: “pero esto no volvió a repetirse”.
Hemos de tener en cuenta varios aspectos:
Josué aparece por primera vez en la Biblia. Él será el gran caudillo que suceda a Moisés aunque hoy es muy joven e impetuoso.
Pero lo más hermoso del texto es que cuando le dicen a Moisés que Eldad y Medad están profetizando en el campamento y que se lo prohíba porque no están con el grupo de los setenta, Moisés, el de corazón grande, respondió:
“¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!”
Vayamos acumulando ideas para nuestra meditación: aquí hay “celos” y no “celo”.
“Dios es celoso”. Y Moisés también. En cambio Josué y el otro muchacho están celosos.
Será bueno que meditemos también cómo entre los seguidores de Cristo muchas veces se destruyen unos a otros y lo que es peor destruyen el plan de Dios con sus celos.
*       El salmo 18 nos dice que la obra maestra de Dios es la ley.
No olvidemos que este salmo pertenece al Antiguo Testamento, porque en la plenitud de la economía de la salvación es Jesucristo, Verbo encarnado, la obra maestra de Dios.
En el salmo leeremos “los mandamientos del Señor son rectos y alegran el corazón”.
El cumplirlo nos llena de santo celo.
*       El apóstol Santiago nos dice “ahora, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado.
Vuestras riquezas están corrompidas y vuestros vestidos están apolillados”.
Es bueno meditar todo el mensaje de hoy, pero también debemos recalcar que refiriéndose al juicio final, Santiago critica las injusticias y corrupción de los ricos que condenan y asesinan al inocente que no les ofrece resistencia y, con palabras muy duras que no dejan de hacer alusión a esos animales a los que se ceba para “beneficiarlos”, les dice:
“Os habéis cebado para el día de la matanza”.
(A esto aludía en mi reflexión de la semana anterior.)
Esta perspectiva escatológica (es decir, que se relaciona con el final de la vida) es una invitación para que todos nosotros meditemos cómo nos gustaría estar preparados para el encuentro con el Señor. Que nuestra preocupación no se limite a lo material que es perecedero.
*       El verso aleluyático dice: “tu Palabra, Señor, es verdad. Conságranos en la verdad”.
Está tomado del capítulo 17 de San Juan al que llamamos “la oración sacerdotal de Jesús”.
Aunque no son literales, la idea es clara. La verdad existe, la verdad es Cristo porque Cristo es Dios.
Le pedimos a Él mismo que nos consagre en esa Verdad para que no caigamos en la trampa de nuestro siglo, que llamamos “el relativismo” y que enseña que no existe más verdad que lo que gusta a cada uno.
*       Respecto al Evangelio, leemos que los apóstoles dicen a Jesús: “Hemos visto uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”.
Enseguida te has dado cuenta de que otra vez nos encontramos no con el celo por Dios y su mensaje, sino con los celos que siempre hacen daño. (Recordamos a Josué y al otro joven.)
Jesús con un corazón evidentemente más grande que el de Moisés, les advierte: “No se lo impidáis porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí”.
A continuación leemos otros pensamientos sueltos:
- Recompensa a sus discípulos hasta por un vaso de agua que han dado al necesitado.
- Al escandaloso “le convendría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y que lo arrojasen al mar”. (El escándalo es un pecado muy grave.)
- Con unas imágenes muy claras advierte Jesús que cuando está en peligro nuestro destino eterno hay que tomar las decisiones necesarias aunque nos puedan costar mucho:
“Si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno”.
Te invito a buscar en tu Biblia en el párrafo del Evangelio que hoy leerá el sacerdote, los versículos 44 y 46 del capítulo 9 de San Marcos. Si los encuentras escríbeme por favor.
Sé celoso movido por el fuego del amor y no con la envidia que brota de un corazón muy pobre.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

17 de septiembre de 2015

Reflexión homilética para el XXV domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

SIERVOS Y NO CAUDILLOS

El mundo de hoy, y de siempre, es como un campo de batalla entre el bien y el mal, los justos y los pecadores.
La bondad del justo, su paciencia y fidelidad exaspera a los “malvados”. No los pueden soportar y de una manera irracional buscan acabar con ellos. ¿Por qué?
Nos lo dice hoy el libro de la Sabiduría. Examinemos:
*       Pero vengarse de qué:
“Acechemos al justo que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada. Veamos si sus palabras son verdaderas”.
Y todavía burlándose de que Dios lo va a auxiliar continúa:
“Lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él”.
Así actuaron los malvados con los profetas, con el Siervo del Señor, como recordamos el domingo anterior y con la Iglesia a través de los siglos, como lo vemos en nuestros días.
¿Has pensado cuál es el daño que hace la Iglesia a quienes la persiguen de tantas formas e incluso hasta con los ejércitos?
La Escritura nos invita a la esperanza porque Dios no abandona a los suyos. Leamos:
“Los malvados desconocen los misterios de Dios, no esperan el premio de la santidad,  ni creen en la recompensa de una vida intachable” (Sb 2,22).
Precisamente porque esto es así, los justos mueren confiando en Dios y perdonando a los malvados:
-          “Padre, perdónalos… en tus manos encomiendo mi espíritu”.
-          “¡Viva Cristo Rey!”
-          “¡Jesús, ayúdanos!”
*       El salmo 53 es la oración de los perseguidos ayer y hoy.
Recémoslo en nombre propio y de nuestros hermanos perseguidos:
“Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras.
Porque unos insolentes se alzan contra mí y hombres violentos me persiguen a muerte, sin tener presente a Dios”.
Por encima de todo, está la invitación a la confianza: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.
*       Santiago, por su parte, nos presenta cómo es la sabiduría de justos y malvados.
Podemos pensar que la sabiduría de los apóstoles antes de Pentecostés era la de los versículos 14 y 15:
“Si en vuestro corazón tenéis envidia amarga y rivalidad… ésa no es la sabiduría que baja de lo alto sino la terrena, animal y diabólica”.
Por eso discutían en el camino sobre quién sería el más importante, como veremos en el Evangelio.
La sabiduría de Jesús y de los suyos, en cambio, “es pura… es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera”.
Santiago continúa describiendo la lucha en que viven los malvados.
El próximo domingo nos dará una lección más fuerte.
Recemos para que Dios nos ayude a descubrir que no vale la pena ser caudillos porque, a la larga, triunfan los sencillos y los humildes.
Pero recemos bien para que no nos suceda lo que dice Santiago:
“No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal para dar satisfacción a vuestras pasiones”.
*       El Evangelio de Marcos nos presenta el segundo anuncio de la pasión de Jesús. Veamos unos detalles:
* “Jesús iba instruyendo a sus discípulos”:
Eran los tiempos lindos de aquella primera y única comunidad que formó Jesús.
* Les decía:
“El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días, resucitará”.
Otra vez les repite que Él ha escogido el camino del Siervo del Señor para redimirnos.
* Los apóstoles no entienden. No pueden entender porque ellos llevan en la cabeza y en el corazón la imagen del Mesías, caudillo y libertador, tal como pensaban entonces los judíos…
Lógicamente lo que iban hablando por el camino era qué puesto tendría cada uno en ese “imperio”.
* Jesús les explica que para Él no hay más que un camino frente al orgullo y al poder que es la sencillez y humildad del niño que se fía de su padre.
* “Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí… y al que me ha enviado”.
Si quieres ser fuerte, amigo, adopta la debilidad del niño para tener la fortaleza de Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo 

11 de septiembre de 2015

Reflexión homilética para el XXIV domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

EL SIERVO DEL SEÑOR

Hasta hace poco solíamos decir y cantar al “siervo de Yahvé”.
Últimamente, y sobre todo después del Papa Benedicto, por respeto a los judíos, en la Iglesia Católica en lugar de la palabra Yahvé decimos Señor.
¿Y quién es este “siervo del Señor”?
Se trata de una figura bíblica simbólica resaltada sobre todo por el profeta Isaías.
En ocasiones se refiere a una persona, en otras a una colectividad, de ahí que a veces se aplique al pueblo de Israel y otras a un grupo de justos.
Al ver la coincidencia profética entre las acciones de Jesús y las del siervo del Señor, este nombre se aplica a Jesucristo.
*       Es el segundo Isaías quien nos ofrece cuatro distintos “cantos del siervo del Señor” que son parte de los capítulos 42, 49, 50 y 52.
En ellos se habla largamente de este siervo.
El párrafo de hoy pertenece al tercer canto. Nos habla de los malos tratos que le dan:
“Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos…”
El siervo se somete a esas humillaciones porque está seguro de que “el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?”
La Iglesia ha entendido que en estas imágenes está la realidad vivida por Jesús, sobre todo en su pasión y muerte.
Sobre esto nos hablará en el Evangelio de hoy el mismo Jesús.
*       El Salmo (114) nos habla precisamente de este siervo que confía en el Señor:
“Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco”.
Describe cómo lo atacan y se siente desfallecer:
“Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y en angustia”.
A pesar de eso el siervo reconoce que “invoqué el nombre del Señor: ¡Señor, salva mi vida!”
Y después de recordarnos que el Señor es benigno con todos y que cuida sobre todo a los sencillos, se goza al decirnos: “estando yo sin fuerzas me salvó”.
*       Santiago nos advierte que una fe que no va acompañada de las obras es una fe falsa, muerta.
Esto pasa con la fe: “si no tiene obras, por si sola está muerta”.
Una fe vacía, sin obras como las que pide Jesús de manera especial al hablarnos del juicio final, no puede ser auténtica porque no actúa.
Algunos quieren enfrentar a Santiago con San Pablo con respecto a este tema. Pero Pablo en Gálatas (3,1-14) se refiere a una situación diferente ya que contrapone las obras de la ley del Antiguo Testamento, con la fe de la gracia del Nuevo.
Como la ley antigua termina con la nueva alianza, es claro que Pablo afirme que las obras de la ley han terminado.
Lo importante es la fe y la gracia de Dios.
*       En el verso aleluyático Pablo nos deja un eco del Evangelio de hoy cuando Jesús habla de la cruz que deben cargar los que lo siguen:
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.
*       El Evangelio de Marcos tiene muchas enseñanzas:
* La confesión de Pedro: Jesús pregunta “¿quién dice la gente que soy yo?”. Ante las distintas respuestas de sus compañeros, Pedro afirma: “Tú eres el Mesías”.
* Jesús les revela su doloroso futuro que terminará con la resurrección.
Es lo que en el canto del siervo de Yahvé se había predicho.
* Marcos resalta que Jesús “se lo explicaba con toda claridad”:
“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos… ser ejecutado y resucitar a los tres días”.
* La reacción de Pedro: “se llevó a parte a Jesús y se puso a increparlo” (¡a veces Pedro se pasaba!)
* Por eso Jesús “se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: ¡quítate de mi vista satanás! ¡Tú piensas como los hombres no como Dios!”
* “Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: el que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”.
De esta manera Jesús invita a quien quiera seguirle de verdad, que le imite aceptando su cruz y siguiendo el camino que Él llevó.
Amigo, recuerda que en la cruz de cada día, llevada con Jesús, encontrarás la salvación.
Esta es la enseñanza de la liturgia al hablarnos hoy del siervo del Señor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

4 de septiembre de 2015

Reflexión homilética para el XXIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B


LO QUE HACE JESUCRISTO LO HACE DIOS

Hoy te invito a hacer un profundo acto de fe en Jesucristo y en las maravillas de su obra.
Piensa que todo lo que Él hizo lo hizo Dios.
Las cosas más sencillas de los seres humanos las hizo Jesús como verdadero hombre pero también como Dios verdadero.
Esto lo sabes y repites pero es bueno que consideres que precisamente por ser Dios las acciones de Jesús tienen un valor infinito.
Por eso resulta interesante la enseñanza de San Alfonso cuando afirmaba que una lágrima de Jesús hubiera salvado a toda la humanidad porque tenía un valor infinito.
Pero aunque ello hubiera bastado, la entrega del Señor fue total, hasta  la muerte y muerte de cruz. Así nos ha manifestado claramente que nadie amó más ni mejor que Él.
Las lecturas de hoy nos presentan a Jesús cumpliendo las promesas que hizo Dios en el Antiguo Testamento.
*       Isaías dice:
“No teman… Dios viene en persona, resarcirá y os salvará”.
Esa presencia de Dios que viene en Persona es Cristo, que realizó los prodigios enumerados por el profeta:
“Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”.
Incluso podemos descubrir en los últimos versículos de Isaías el gran regalo del que Jesús habla en el Evangelio, refiriéndose al Espíritu Santo, que nos convierte a cada uno de nosotros en “torrente de agua viva”:
“Han brotado torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial”.
*       El salmo (145) resalta que Dios en su fidelidad y justicia “da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego…”
Todas estas maravillas las hizo realidad Jesús:
-          En la sinagoga de Nazaret confirma que el Padre “me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, a poner en libertad a los cautivos” (Lc 4,18).
-          También “desata a la mujer que satanás tuvo atada dieciocho años” (Lc 13,16).
-          Da la vista a los ciegos de Jericó y al ciego de nacimiento.
-          Alimenta a la multitud con la multiplicación de los panes.
*       Por su parte Santiago nos advierte que no debemos mezclar las cosas y que si tenemos fe en Jesucristo no nos dejemos llevar del favoritismo, dando la preferencia a quien Dios no se la da:
“Veis al bien vestido y le decís: por favor, siéntate aquí en el puesto reservado. Al pobre en cambio: estate ahí de pie o siéntate en el suelo…
¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que lo aman?”.
*       Según el verso aleluyático Jesús evangeliza y sana.
Si nos fijamos en el versículo completo de Mateo (4,23) el evangelista nos presenta tres acciones de Jesús:
-          Recorría toda Galilea enseñando.
-          Proclamaba el Evangelio.
-          Sanaba toda enfermedad y dolencia.
*       El Evangelio nos habla detenidamente de uno de los milagros profetizados en el Antiguo Testamento, la curación de un sordomudo que Jesús realiza con unos signos externos distintos de lo acostumbrado:
“Apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua…”.
Hay algo que llama la atención en este milagro:
Jesús solo evangelizaba en Israel, según dijo Él expresamente, pero este milagro y el de la hija de la cananea los hace en territorio de paganos.
Resulta hermoso ver cómo los paganos siguen a Jesús e incluso nos enseñan a glorificarlo diciendo:
“Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Hoy tú y yo admiramos cómo Jesús cumple la voluntad del Padre manifestada desde antiguo y con los paganos de la Decápolis repetimos:
“¡Jesús todo lo hizo bien!”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo