19 de febrero de 2015

I DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

LA ALIANZA DE DIOS SE REALIZA EN CRISTO

Jesús “al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba”.
Las palabras del prefacio de este domingo nos centran en la cuaresma.
En efecto, la cuaresma es cuarenta días de preparación al misterio más grande de nuestra fe:
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación.
La tradición bíblica nos presenta la oración, el ayuno y la limosna como signos característicos de purificación.
Precisamente el Evangelio del miércoles de ceniza, con que comenzamos la cuaresma, nos explicaba cómo quiere Jesús que los realicemos para que sean eficaces delante de nuestro Dios.
El ayuno que sea con sencillez para que lo vea Dios y no sean los hombres quienes al vernos nos alaben.
La oración también debe hacerse de tal forma que el Padre, que ve lo secreto, pueda recompensarnos.
Lo mismo pide el Señor para la limosna, con esa bella expresión: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”.
Hoy meditamos en el amor misericordioso de Dios que a través de la historia de salvación ha hecho diversas alianzas para unirnos a Él.
* La primera lectura nos presenta el pacto de Dios con Noé y con toda la humanidad después del diluvio:
“Esta es la señal del pacto que hago con vosotros, con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: pondré mi arco en el cielo como señal de mi pacto con la tierra”.
Y el arcoíris, que ya existía, se convierte en el signo visible de la alianza de Dios con la humanidad “para siempre”.
* El salmo responsorial nos habla de la misericordia de Dios a quien le decimos:
“Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia por tu bondad, Señor”.
También nos advierte el salmo que el Señor es bueno y enseña el camino de regreso a los pecadores.
* San Pedro nos habla de la alianza y reconciliación que Jesús nos ha merecido con su muerte para rehacer nuestra relación con Dios:
“Cristo murió por los pecados una vez para siempre. El inocente por los culpables para conduciros a Dios”.
La grandeza de la muerte de Cristo siempre será un misterio para nosotros porque “como era verdadero hombre lo mataron; pero como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida”.
Mediante un párrafo no fácil de entender, san Pedro nos hace ver que la misma alianza que Dios celebró con Noé y su familia, la celebra ahora con la familia cristiana por medio de Jesucristo resucitado.
Para ello tenemos el sacramento del bautismo que nos une definitivamente con Dios.
* Durante el tiempo cuaresmal empleamos en la liturgia el color penitencial, morado, y no oiremos el aleluya hasta el día de la pascua.
Por eso, lo que era el versículo aleluyático se convierte en un sencillo versículo que meditamos antes del Evangelio. El de hoy nos recuerda las palabras de Jesús que nos han quedado en el relato de las tentaciones escrito por Mateo:
“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Es la invitación a profundizar en la Biblia sobre la misericordia de Dios.
* En cuanto al Evangelio, Marcos es muy conciso al hablar de las tentaciones:
“El Espíritu empujó a Jesús al desierto”.
El Señor lleno del Espíritu supera la tentación de satanás que se opondrá durante toda su vida al Reino que Jesús predica.
“Estuvo cuarenta días”, número simbólico que nos indica la perfección de la oración de Cristo.
“Vivía entre alimañas”. Estas palabras traen un eco de la alianza anunciada por Isaías cuando nos dice que en los tiempos mesiánicos el lobo pastará con el cordero, la vaca con el oso, el león comerá paja con el buey, etc.
Es algo así como decir que Jesucristo, verdadero hombre totalmente pacificado, tiene el dominio de toda la creación.
Por otra parte Marcos presenta también a los ángeles sirviendo a Jesús que es Señor de todos ellos.
Después de las tentaciones el evangelista nos recuerda que Jesús, huyendo de Herodes que había arrestado a Juan, se fue a Galilea y ahí comenzó a predicar.
La predicación de Jesús se resume en estas palabras:
“Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed en el Evangelio”.
Estas palabras son la esencia del mensaje cuaresmal que nos presenta la liturgia ya desde el miércoles de ceniza.
Jesús es la personificación del Reino, por tanto Él nos trae la salvación de Dios, la alianza nueva y eterna entre las criaturas y el Creador.
Meditemos en esta temporada la grandeza del don más maravilloso que nos ha dado nuestro Padre: su Hijo, Dios como Él, será nuestro Redentor.
Un motivo muy importante para meditarlo en estos cuarenta días y prepararnos así a vivir con alegría desbordante la Pascua.


José Ignacio Alemany Grau, obispo