6 de noviembre de 2014

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

¿SABES TÚ QUE ERES TEMPLO DE DIOS? 

En la fachada de la basílica de san Juan de Letrán hay una placa de mármol en la que se lee la presentación del templo como: “Madre de todas las Iglesias de la Urbe (Roma) y el Orbe (Mundo)”. 

Se trata de la primera de las basílicas papales que al mismo tiempo es la “catedral” del Papa, obispo de Roma. 

Fue un palacio de la familia imperial que el emperador Constantino I entregó al Papa Melquiades el año 314. Allí se constituyó el templo más importante de toda la cristiandad. 

El templo estuvo dedicado primero a “Jesucristo Salvador” y posteriormente a “san Juan Bautista y san Juan Evangelista”. 

En ese templo se han realizado cinco concilios ecuménicos a través de la historia y también el famoso “Tratado de Letrán” firmado por el Papa Pío XI y Musolini (1929). 

Es bueno saber que los templos cristianos más importantes, las catedrales por ejemplo, suelen tener dos celebraciones. Una en el templo mismo y otra en los otros templos. En el caso de la fiesta de hoy en todos los templos del mundo. 

Por eso la liturgia presenta dos esquemas diferentes y nosotros celebramos, en este domingo, el Aniversario de san Juan de Letrán, fuera de la basílica. 

*La primera lectura nos habla del templo de Dios que es la fuente de la vida verdadera. 

Ezequiel habla de la fecundidad del Espíritu que es como un río que brota del templo y lleva la vida por donde quiera que pasa: en las márgenes, frutales sabrosos y hojas medicinales. Este río además al llegar al “Mar Muerto” lo llena de vida con toda clase de peces. 

Esta corriente del Espíritu viene a ser algo así como una nueva creación del Edén del cual fueron expulsados los primeros padres. 

Y ahora nos preguntamos: 

¿Y qué es ese templo de Dios? 

*San Pablo, en la primera carta a los Corintios, nos presenta el templo como un edificio de Dios cuyo cimiento es Cristo, “la piedra que desecharon los arquitectos”, como dice el salmo 117. 

Jesús ha sido puesto por el Padre como centro y base de todo. 

Ese edificio está formado por piedras sólidas que, al mismo tiempo, son “piedras vivas” por la gracia santificante. 

San Pablo pregunta: 

“¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”. 

Y añade a continuación algo muy importante que debemos meditar: 

“Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros”. 

¡Ojo hermano!: 

Tú eres templo consagrado. Tu cuerpo y tu alma son como un estuche vivo y maravilloso que encierra algo que vale más que tú mismo. Dentro de ti ¡llevas a Dios! 

¿Vives conscientemente esta verdad de fe tan importante? 

Recuerda que Jesús mismo dijo: “vendremos a él y moraremos en él”. 

*El Evangelio, a su vez, nos presenta a Jesús purificando el templo de Jerusalén que estaba lleno de mercaderes irrespetuosos: 

“Encontró en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados”. 

Jesús lleno de santa ira hizo un azote de cordeles y “los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas”. 

En cuanto a los vendedores de palomas, les dijo: 

“Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. 

Nos dice san Juan que al momento los apóstoles pensaron en estas palabras bíblicas: 

“El celo de tu casa me devora”. 

Y ahora viene lo más importante del relato. Cuando le preguntan los fariseos con qué autoridad ha actuado así, les contesta: 

Él, con su cuerpo y su alma humanos, y el poder de su Persona Divina, es el único templo en el que se goza a Dios. Recordemos las palabras del Padre: 

“Éste es mi Hijo amado en quien me complazco”. 

Jesús da así a los judíos la clave de todo aunque ellos no lo comprendieron: 

“Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. 

Dicho de otro modo, los judíos matarán a Jesús (destruid este templo) y en tres días resucitará. 

Resumiendo: 

La profecía de Ezequiel y sobre todo el texto de san Pablo nos hacen ver cómo es el Espíritu Santo el que nos convierte en templos vivos a cada uno de nosotros. 

En cuanto a Jesús es el Espíritu quien lo unge para que sea templo de Dios. 

*El salmo responsorial, finalmente, nos recuerda ese río que riega la ciudad de Dios: 

“El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio no vacila, Dios la socorre al despuntar la aurora”. 

Buena meditación la de este domingo para que aprendamos a respetar nuestros cuerpos y el de los demás. 
José Ignacio Alemany Grau, obispo