19 de septiembre de 2013

XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

¿A QUÉ SEÑOR SIRVES?

Primera lectura

El profeta Amós se presenta como un pastor o vaquero, cultivador de sicomoros, procedente de las colinas cercanas a Belén, en el siglo VIII antes de Cristo.

En realidad, sin embargo, se trata de un personaje culto que tiene mucho conocimiento de la sociedad en que vive y la fustiga con valentía.

El párrafo que hoy ha escogido la liturgia es digno de meditación ya que parece escrito para nuestros días con algún pequeño cambio que yo no voy a hacer:

“Escuchad esto los que exprimís al pobre y despojáis a los miserables diciendo: “¿cuándo pasará la luna nueva para vender trigo y el sábado, para vender el grano?

Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre y al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo” (¡de la cascarita del trigo, en nuestro tiempo mejor que no hablemos!).

Salmo responsorial

Nos invita a alabar al Señor con hermosas palabras admirando su bondad con todos, pero sobre todo por un amor especial para con los pobres y desvalidos a quienes enaltece según su costumbre: “levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo”.

San Pablo a Timoteo

Son consejos muy concretos y dignos de meditación para todos nosotros en este día del Señor, domingo, tan querido para la Iglesia.

Lo primero que pide es que hagamos “oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos para que podamos llevar una vida tranquila y apacible”.

Pienso que nos iría mejor si en vez de criticar tanto a gobernantes y políticos rezáramos un poco más por ellos, como nos pide la Escritura.

Por otra parte, nos advierte Pablo que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.

Esto debe animarnos, sabiendo la bondad de Dios que tiene una voluntad firme de salvar a todos los hombres y que siempre nos va a acoger si acudimos a Él, por débiles y pecadores que seamos.

Para que esto fuera posible Dios nos entregó un Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús que sufrió como hombre y nos rescató mereciendo como Dios que era también.

Finalmente encontramos una nueva invitación de Pablo para que recemos. En esta invitación se refiere de manera especial a los hombres a quienes dice: “quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones”.

O sea que no sólo tienen que rezar las mujeres… (¡por si acaso!).

Verso aleluyático

Nos da como una visión del tema fundamental de este domingo: “Jesucristo siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.

De Él debemos aprender a medirnos en el uso de las riquezas como nos va a enseñar Jesús a continuación.

Evangelio

Nos presenta una parábola con números exagerados. Se trata de un administrador de tantos que roba a su señor todo lo que puede. Lo descubren. Y lo despiden.

Es gracioso lo que piensa el despedido: “¿qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas. Mendigar me da vergüenza…”. 

Y llama a los deudores de su amo y les rebaja las deudas. En realidad se trata de cantidades enormes pues se calcula que el aceite sería unos cien “batos” es decir, unos treinta y seis hectolitros. Y se calcula también que el trigo sería como unos quinientos cincuenta quintales.

Al descubrirlo el amo alaba a su bandido administrador y le felicita pero no por el robo sino por la astucia, ya que en la Biblia sabemos que la astucia fue una actitud muy admirada en aquellos tiempos.

Jesús mismo nos dirá “sean sencillos como palomas y astutos, prudentes, como serpientes”.

Jesús saca unas conclusiones de todo lo expuesto:

“El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar”.

“El que no es honrado en lo menudo tampoco lo será en lo grande”.

Para Jesús lo menudo es el dinero de este mundo y los valores eternos son los importantes.

Finalmente nos deja el Señor para nuestra meditación estas palabras:

“No podéis servir a Dios y al dinero”.

Esto no quiere decir que no podamos tener dinero y buscar nuestro crecimiento económico sino que más bien enseña que lo importante es el Señor. El dinero es un medio para la vida. Pero el Señor es el único necesario.

Podríamos terminar preguntándonos si en nuestra vida nos mueve a actuar Dios o el ansia de riqueza.

José Ignacio Alemany Grau, obispo