29 de agosto de 2013

XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

¡PONLE TÚ EL TÍTULO!

Estaba buscando qué título poner a mi reflexión y encontré que podía poner alguno de estos. Los escribo, explico el por qué y tú escoges.

Le estaban espiando

Resulta que uno de los principales fariseos invitó a comer a Jesús y todos “sus compadres” estaban espiando para ver qué hacía. Evidente que es muy molesta esa actitud para uno que llega invitado a una casa.

Pero Jesús debía estar bastante acostumbrado ya que siempre tenía cerca a estos “espías”. En fin de cuentas ya sabemos que los fariseos actuaban como eran, unos hipócritas.

Cédele el puesto a éste

En tal situación Jesús observa también cómo los que habían sido invitados con Él, escogían los primeros puestos.

La verdad que no me extraña porque es algo común también hoy. Estando de obispo yo mismo en Chachapoyas, llegó un político bastante notable y en mi despacho se reunió con varias personas. Y al llegar el momento de la foto había que ver qué codazos se daban unas a otras las respetables señoras para estirar el cuello junto a él.

El caso es que Jesús se sintió inspirado y aconsejó: “cuando te inviten a una boda no te sientes en el puesto principal no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú y el que los invitó a los dos te diga: cédele el puesto a éste”.

Menuda vergüenza, pero, a lo que se ve, debe ser difícil aprenderlo.

Amigo, sube más arriba

Por el contrario, al que se fue humildemente más abajo, el dueño le dirá estas palabras y todos alabarán a este hombre feliz que goza del favor de aquel a quien el dueño lo llamó “amigo” y lo exaltó “porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Invita al que no puede pagarte

Después de esta buena lección Jesús nos enseña a todos por dónde va su Evangelio: “cuando des una comida o una cena no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado”.

Te pagarán cuando resuciten los muertos

Aquí hay una doble lección.

La primera, “cuando invites a pobres, lisiados, cojos y ciegos, que no pueden pagarte, serás feliz; recibirás tu paga cuando resuciten los justos”.

La segunda, porque existe la resurrección de los muertos y hay que creer que ésta es nuestra fe por más que este mundo en que vivimos quiera convencernos de que todo acaba con la muerte, en la reencarnación o en el panteísmo.

Cargar con mi yugo

Es buen motivo de alegría para el verso aleluyático porque cargar el yugo con Jesús y “aprender de Él que es manso y humilde de corazón” es una gran noticia, porque llegando al término de arar la tierra, resucitaremos con Él. 

Preparaste casa para los pobres

Me encantó este versículo del salmo responsorial. Dios es bueno y no olvida a los pobres. Les preparó una casa y la casa es la de Dios, “Padre de huérfanos, protector de viudas… que prepara casa a los desvalidos y enriquece a los cautivos”.

El gozo del justo en la casa del Señor

No hay duda: es una buena noticia.

El gozo y la alegría son fruto del Espíritu Santo y los justos los poseen para toda la eternidad.

“Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios rebosando de alegría”. De ahí la invitación a “tocar y cantar” a Dios…

“Entonces habrán llegado los justos” - como dice la Carta a los Hebreos - “al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios… y al mediador de la nueva alianza, Jesús”.

Dios revela sus secretos a los humildes

Por eso, el Eclesiástico nos ha aconsejado: “en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios”.

¡Qué hermoso es esto! Vale la pena meditarlo.

Y la razón de todo ello nos la da el mismo Eclesiástico: “porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes”.

Es brote de mala planta

Por el contrario, el mismo Eclesiástico nos dice que es inútil pretender “sanar a los cínicos”, porque: “el cínico no tiene cura, es brote de mala planta”. Lo cual indica claramente que si su naturaleza es de mala planta no podrá cambiar.

Créeme amigo, no vale la pena ser cínico, orgulloso, creído…

Ahora te puedo decir que yo escogí este título pues me ilusiona que Jesús me pueda decir: “Amigo, sube más arriba”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo