24 de mayo de 2013

La Santísima Trinidad, ciclo C

EL GRAN MISTERIO 

Comenzamos con la oración del día pidiendo: “Dios Padre todopoderoso que has enviado al mundo la Palabra de la Verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa”. 

Toda la liturgia hoy está impregnada de este misterio que es el más grande de nuestra fe. 

Relee la oración y verás cómo enseña que el Padre nos envía a Jesús, Verbo encarnado y al Espíritu Santo, para que podamos descubrir que hay un solo Dios y en Él tres Personas maravillosas. 

Cuando el Papa Benedicto XVI abrió el Año de la Fe nos escribió que la “puerta de la fe” la atravesamos con el bautismo “con el que podemos llamar a Dios con el nombre de PADRE, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del SEÑOR JESÚS que, con el don del ESPÍRITU SANTO, ha querido unir en su misma Gloria a cuantos creen en Él”. 

Así comienza la carta Porta fidei resaltando el misterio trinitario. Y continúa el Padre hablando del mismo misterio: 

“Profesar la fe en la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), equivale a creer en un Dios que es Amor: el PADRE que en la plenitud de los tiempos envió a su HIJO para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el ESPÍRITU SANTO que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor”. 

Algunos católicos dicen que no hay que hablar de la Trinidad porque es un misterio que no podemos entender. Es cierto que no lo podemos entender, pero hay que hablar de él y vivirlo porque la Santísima Trinidad, es decir, un solo Dios y tres Personas es la revelación más grande que nos ha hecho nuestro buen Dios. 

En cuanto a las lecturas de hoy, debemos profundizarlas porque en ellas, de manera especial la segunda y el Evangelio, encontramos bellas enseñanzas sobre la Trinidad. 

El libro de los Proverbios nos habla de la Sabiduría de Dios. Entendemos que el Verbo es esta Sabiduría y que la Biblia lo presenta actuando en la obra de la creación junto con el Dios Creador, es decir, el Padre. 

San Pablo nos recuerda que “hemos recibido la justificación por la fe y estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo… el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. 

También aquí Pablo nos presenta la Santísima Trinidad porque es el PADRE el que nos justifica mediante su HIJO Jesús y nos da su amor por medio del ESPÍRITU SANTO. 

El Evangelio nos invita también a meditar el mismo misterio. 

“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena… Él me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”. 

Sabemos también que cuando la liturgia tiene un prefacio especial nos presenta en él la esencia de la fiesta. Meditémoslo: 

Dios Padre “que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola persona, sino tres Personas en una sola naturaleza”. 

Es decir que hay un solo Dios y tres Personas y añade: 

“Lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo y también del Espíritu Santo sin diferencia ni distinción”. 

Aunque son tres Personas, tienen la misma naturaleza porque son un solo Dios. 

Por eso “al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad adoramos tres Personas distintas de única naturaleza e iguales en su dignidad”. 

Ésta es la Trinidad que alabamos y glorificamos día a día como nuestro único Dios y Señor. 

Finalmente, el salmo responsorial nos invita a glorificar a nuestro Dios: 

“Señor, Dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra”. 

Siempre que nos santigüemos con esa oración tan simple que la Iglesia nos invita a repetir, hagámoslo con fe, pensando en el misterio más grande: 

“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. 

José Ignacio Alemany Grau, obispo