20 de marzo de 2013

Domingo de Ramos, Ciclo C

LA PUERTA DE LA GRAN SEMANA 

Comenzamos nuestra reflexión con el gozo mutuo de que el Señor nos ha regalado un nuevo Papa en el que confiamos, por quien rezamos y cuyas enseñanzas seguiremos. 

Es simplemente FRANCESCO. Y para meditar nos queda esta frase de su primer día de pontificado: 

“El centro de nuestra vocación cristiana: CRISTO. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás y salvaguardar la creación”. 


Hoy es Domingo de Ramos. 

Con este día abre la Iglesia la Semana Santa a la que llamamos así porque guarda los grandes tesoros de la Pascua, la gran fiesta anual de la Iglesia Católica. 

La liturgia de hoy se divide en dos partes. La primera, más breve, se celebra en alguna capilla o parque. En ella se bendicen los ramos, se lee el Evangelio y se forma una procesión de gente que va aclamando a Jesucristo, cuya imagen a veces va sobre un burrito y otras veces es el mismo sacerdote que preside, el que lo representa. 

La segunda parte es la Santa Misa. En ella las lecturas nos van a recordar también momentos distintos que preparan nuestro corazón para este día. 

La lectura más importante es la Pasión de Jesucristo, narrada cada año por el evangelista que nos acompaña durante todo ese ciclo; en el caso san Lucas. De esta manera la Iglesia quiere centrarnos, ya desde ahora, en el corazón de esta semana que es la entrega total que Jesucristo hace por amor a la humanidad. 

Como cada uno tenemos mucha materia para meditar, ahora solamente recogeré unos pensamientos sueltos de las lecturas del día. 

* Cuando el grupo, que venía desde Galilea acompañando a Jesús, bajó del monte de los Olivos, los discípulos y sus acompañantes, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios dando gritos por todos los milagros que habían visto: “Bendito el que viene en nombre del Señor” y con palmas y ramos de olivo lo vitoreaban. 

* Isaías nos presenta la primera imagen de la Pasión: 

“Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda”. 

Es la visión profetizada del Jesús sufriente que veremos estos días, cuyo grito desde la cruz repetiremos todos en el salmo responsorial: 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” 

Es la visión de Cristo crucificado a quien Dios, que es su Padre, le oculta el calor paternal. Así nos invita a superar las pruebas de la vida. 

* San Pablo, de manera concisa, nos relata la entrega de Cristo: “Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz”. 

El versículo de aclamación completa el párrafo paulino: “Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre”. 

Y ahora entresacamos de la lectura de la Pasión: 

* Antes de entregarse en la cruz Jesús se da como alimento en el cenáculo bajo las especies de pan y vino: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros… esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre”. Y pide que lo repitan: “Haced esto en memoria mía”. Así quedará siempre entre nosotros; amor inconcebible. 

* “Van al huerto a orar con Jesús y se duermen”. No han tenido amor para velar una hora con Él. 

Nos pasa hoy a los católicos. Mientras los hijos de las tinieblas van, como Judas vendiendo a Cristo por nuestras calles, los discípulos dormidos, simplemente “porque tenían sueño”. 

* ¿Quién es más importante, Jesús o Barrabás? 

- “Jesús pasó haciendo el bien… Nadie habló como este hombre… Abrió los ojos, curó a los sordos y tullidos, dio de comer a miles”. 

- “Barrabas era un ladrón”. 

Éste salió libre y Jesús hacia el calvario. 

Lo mismo pasa frecuentemente en nuestros tribunales. 

* ¡¡Pedro dice que no conoce a Jesús ni sabe de quién le hablan!! 

* Pilato pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. 

No espera la contestación y sale al balcón, primero para decir la verdad: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”, y después para condenarlo. 

Sobre la cruz, sin embargo, quedará la sentencia de Pilato: “Jesús nazareno, Rey de los judíos” en los tres grandes idiomas conocidos, griego, latín y hebreo. ¡Es que era verdaderamente Rey! 

* “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. 

Sólo el corazón de Cristo, lleno de amor, podía presentar una excusa semejante. Es cierto que jamás los hombres hubieran podido crucificar al Dios infinito. Pero el Dios hecho hombre era débil como nosotros. Bajo esta excusa el corazón grande de Cristo mete todo lo demás: cruces, clavos, golpes, desprecios, muerte… y perdona. 

Acércate a la cruz para aprovechar la sangre redentora que te purifica. 

* “Padre, en tus manos pongo mi Espíritu”. 

Dios, que había hablado por Cristo, se calló para siempre en la cruz. La historia de la salvación está completa. Estamos salvados ahora. Lo importante es que aprovechemos su sangre redentora y que sepamos vivir en continua acción de gracias. 

José Ignacio Alemany Grau, obispo