3 de enero de 2013

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, Ciclo C

Y LA ESTRELLA ERA JESUCRISTO 

Epifanía significa “manifestación desde arriba”. 
Esto quiere decir que Dios se ha manifestado. Pero, ¿a quiénes? ¿Para qué? 
Nos responde la liturgia en este día. 
Isaías, el profeta privilegiado en el ambiente litúrgico, proclama: 
“Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti”. 
Esa luz ciertamente será el Mesías, “el sol que nace de lo alto”… el que era la luz “que alumbra a todo hombre que viene a este mundo”. 
Sí, esa luz era para el pueblo de Dios que fue privilegiado durante todo el Antiguo Testamento. 
Pero hoy nos advierte san Pablo que a él “se le dio a conocer, por revelación, el misterio que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio”. 
Ése es el gran secreto que hoy se ha revelado a los “gentiles” (es decir los paganos, los que no pertenecen al pueblo escogido). 
Por eso la Iglesia repite gozosa en este día, en el versículo aleluyático: “hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor”. 
Pero, ¿quiénes vienen? 
Son los “magos”. 
Este tema es importante para nosotros ya que la fe no nos ha venido directamente a través del pueblo judío, sino a través de la fe que iluminó a los magos y que más tarde san Pablo salió a predicar por occidente. 
También Pablo tuvo una iluminación muy especial cuando la luz de Cristo lo deslumbró a las puertas de Damasco. 
Hablemos de los magos siguiendo, en algunos detalles, “La infancia de Jesús” de nuestro gran pontífice Benedicto XVI. 
Los magos de que habla Mateo “no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, pero tenían un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado en aquellos ambientes”. 
El Evangelio no da muchos detalles. 
En la edad media se les pondrá los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. Incluso les dieron el nombre de “reyes”. 
El Papa nos hace un simpático comentario que explica la presencia de la mula y el buey y también de los magos en nuestros nacimientos: 
“Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3 y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los magos a la luz del salmo 72,10 e Isaías 60. Y de esta manera los hombres salidos de oriente se han convertido en reyes y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y dromedarios”. 
Lo importante es que en los magos se ve representada la humanidad entera: “los tres continentes entonces conocidos, África, Asia y Europa… El rey de color aparece siempre”. 
O también “las tres edades de la vida del hombre, la juventud, la edad madura y la vejez”. 
Pero lo más importante es que los magos representan a toda la humanidad que “emprende un camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia”. 
Por eso podemos concluir que la “estrella” que atrae a todos es Jesucristo. 
¿Y qué hicieron los magos? 
San Mateo lo refiere de una manera escueta e interesante. 
Ven una estrella especial que los ilumina por dentro y por fuera y se ponen en camino. 
Buscan al Mesías prometido para Israel y van lógicamente a la capital. 
Herodes se asusta y les explica que, según las profecías debe nacer en Belén. 
Astutamente pide en secreto a los magos que le indiquen los detalles para ir también a adorar al Niño. 
Los magos van a Belén con la felicidad de que la estrella los guía hasta la casita donde estaba el Niño. 
Le ofrecen “oro, en relación a la realeza de Jesús, el incienso al Hijo de Dios y la mirra al misterio de la pasión”. (Recordemos que san Juan dice que Nicodemo, para ungir el cuerpo de Jesús, llevó mirra entre otras cosas…). 
Y nosotros, en este día de la Epifanía, ¿qué le regalaremos a Jesús a quien debemos tanto? 

José Ignacio Alemany Grau, obispo