23 de enero de 2013

III domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

SAN LUCAS NOS PRESENTA A JESÚS 

Como sabemos san Lucas es nuestro compañero de viaje en este año litúrgico y hoy es el primer día en que se une a nosotros. Se nos presenta él mismo con estas palabras: 
“Excelentísimo Teófilo”. 
(Si nadie te lo dijo tú debes ser ese “excelentísimo amigo de Dios”, que eso significa Teófilo. Sin duda que te dedica a ti el Evangelio porque sí, tú eres amigo de Dios). 
“Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros. Siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra. 
Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido”. 
¡Estupenda presentación! 
Después de presentarse él mismo, nos presenta a Jesús pasando desde el Jordán a Galilea donde va a hacer la mayor parte de su apostolado: 
“Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu y su fama se extendió por toda la comarca”. 
Para entonces Jesús tenía como “como treinta años”, edad que le permitía hacer en público la lectura de las Escrituras. Entró en la sinagoga de su pueblo, tomó el rollo de la Biblia y leyó al profeta Isaías: 
“El Espíritu del Señor está sobre mí porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres…” 
Enrollando el libro se presentó a sí mismo como el ungido de Dios. La gente curiosa e interesada tenía los ojos fijos en Él. Comenzó a explicar: “hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”. 
Los oyentes admiraron entusiasmados al predicador. Pero pronto cambiaron de opinión como nos lo dirá san Lucas la próxima semana. 
Por su parte el libro de Nehemías cuenta cómo fue la presentación de la Ley en la “plaza de la puerta del Agua” a la multitud que regresó del destierro de Babilonia. 
La gente adoró a Dios y escuchó emocionada. Habían vuelto a Jerusalén, se habían encontrado con la Palabra de Dios, vieron que estaban muy lejos da haberla cumplido y lloraban. 
Nehemías el gobernador y Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas insistían al pueblo diciendo: “Hoy es un día consagrado al Señor, no hagáis duelo ni lloréis”. 
Luego los despidieron mandándoles celebrar fiesta, con estas bellas palabras que será bueno que las recordemos también frecuentemente nosotros: 
“No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”. 
El salmo responsorial nos recalca el poder de la Palabra de Dios tan querida por el pueblo de Israel: 
“Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”. 
Y a continuación el salmo 18 nos hace una exaltación de la Palabra de Dios: 
“La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma…” 
San Pablo hoy escribe a los Corintios que, en el caso somos tú y yo también, y nos advierte que todos formamos una unidad y hace esta comparación: 
“Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos son un solo cuerpo, así también es Cristo”. 
Luego nos va detallando cómo de la misma manera que en el cuerpo humano hay multitud de miembros y todos son importantes y necesarios y son un solo cuerpo, lo mismo nos sucede a los cristianos que siendo muchos y diferentes formamos una unidad en Cristo. 
Él es la cabeza y nosotros los miembros. 
Cada uno debe cumplir su función, manteniéndonos todos en la unidad. 
Este es un pensamiento importante para esta semana en que hacemos oración pidiendo la unión de las Iglesias. 
Ojalá que comprendamos que Jesucristo quiere que nos amemos de tal forma, que lleguemos a ser “un solo rebaño y un solo pastor”. 
Es otra comparación distinta para expresar la misma unidad de la que hoy nos habla san Pablo. 

José Ignacio Alemany Grau, obispo