20 de diciembre de 2012

IV domingo de Adviento, ciclo C

ESPERANDO A JESÚS 

Hoy hacemos nuestro comentario en un pequeño tríptico. 

Primero 
El cuarto domingo de Adviento es una preparación inmediata a la Navidad. 
La Iglesia nos ha ido acercando, día a día, al nacimiento de Jesucristo. 
Para este domingo en concreto, el ciclo A nos presenta el nacimiento de Jesús según San Mateo. Él nos habla de las sospechas de José sobre María, hasta que el ángel le revela que “la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”. 
En el ciclo B San Lucas relata el anuncio que hace Gabriel a María, diciéndole de parte de Dios “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. 
Por su parte, en nuestro ciclo C, el mismo San Lucas nos refiere que María, al recibir el aviso del ángel de que su prima, la anciana Isabel, iba a tener un hijo, se puso en camino. El encuentro de Isabel y María fue toda una fiesta en el seno materno, porque la gracia divina del pequeño Jesús pasó al pequeño Juan. 
La casa de Isabel se llenó de gracia y María, después de servir, regresa a Nazarethpara preparar el nacimiento de Jesús. 
La actitud que se nos pide en este cuarto domingo de Adviento es la de María, que se pone a disposición plena de Dios, diciendo: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” y la disponibilidad del mismo Jesús quien, según la carta a los Hebreos, entra en este mundo diciendo: “tú no quieres sacrificios ni ofrendas pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. 
Nosotros, enseñados por el mismo Jesús, también debemos repetir en este día “hágase tu voluntad” en mí y en mi vida. 

Segundo 

El día 24 es la preparación a la Navidad. 
Hay que tener en cuenta que entre el 24 y el 25 hay cinco esquemas diferentes para la celebración de la Santa Misa. Caso único en toda la liturgia. 
Uno en la mañana del 24 en el que el Evangelio nos lleva a recordar el Benedictus del viejo Zacarías, cuando recobró el habla después del nacimiento de Juan. 
Para la misa vespertina de la vigilia también tenemos una hermosa liturgia que comienza con esta antífona: “Hoy vais a saber que el Señor vendrá y nos salvará, y mañana contemplaréis su gloria”. 
El Evangelio, por su parte, es la genealogía de San Mateo junto con el nacimiento de Jesucristo contado por el mismo evangelista que resalta la maternidad virginal de María, recordando que con ello se cumplen las palabras de Isaías: “Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel que significa Dios- con- nosotros”. 
A partir de ese momento san José “se llevó a casa a su mujer”. 
Legalmente eran verdaderos esposos. Pero el verdadero padre de Jesús es el Padre Dios y su madre María. 

Tercero 

Para el día 25 la Santa Misa tiene tres esquemas, según la hora en que se celebre. 
Más aún, la Iglesia permite que celebre cada sacerdote tres veces la Santa Misa. 
A medianoche recordando “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. Lo recalca el salmo responsorial diciendo: “hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. 
El Evangelio de la medianoche es la descripción bellísima, llena de poesía, luz y canto, en la que san Lucas nos cuenta cómo a María “le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio en la posada”. 
La segunda celebración es al amanecer, “la misa de la aurora” que comienza con el gozo de estas palabras: “hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor… y su reino no tendrá fin”. 
El aleluya nos repetirá “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. 
El Evangelio, a su vez, nos dice cómo los pastores corrieron a Belén “a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor”. 
Lógicamente “encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre”. 
Son precisamente los pastores los que cuentan a María y a José lo que les habían dicho los ángeles acerca del Niño. 
María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” y nos invita a hacer lo mismo también a nosotros. 
La misa del día nos lleva a lo que Benedicto XVI llama la genealogía de san Juan que, partiendo de que “en el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”, nos enseña que el Verbo se encarnó para hacernos a nosotros también hijos de Dios: “A cuantos recibieron (la Palabra) les da poder para ser hijos de Dios… éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. 
Este es el gran regalo de la Navidad: Jesús, que es verdadero Dios, nos hace hijos adoptivos muy queridos de su mismo Padre. 
Con esta alegría les deseo una Feliz Navidad para todos. 

José Ignacio Alemany Grau,obispo