12 de diciembre de 2012

III domingo de Adviento, Ciclo C

SOMOS TESTIGOS DE LA LUZ 

“El Mesías ha llegado. Está en medio de ustedes. Pero no lo conocen”. 
Firmado: Juan 
Posiblemente ni lo dijo así ni tenía dónde firmar. Pero ése es el mensaje de Juan en el Evangelio para el Adviento. 
En el pueblo de Israel, todos esperaban al Mesías. Y, a través de los siglos, aparecieron algunos pseudomesías que desaparecían con su propio engaño. 
Un día, sin embargo, apareció un hombre santo que llamaba la atención de todos. 
Vestido de sacrifico y penitencia. Hablaba. 
Hablaba y su voz era como un trueno que pedía penitencia. Pero también era como una luz que arrastraba a la gente hacia el Jordán, como nuestros pobres focos atraen las mariposas de noche. 
Los cuatro evangelistas nos hablan de él y hoy los entrelazaremos para resaltar su presencia en Adviento. 
San Juan evangelista nos lo presenta de esta manera: 
“Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Éste venía como testigo para dar testimonio de la luz. Para que por él todos vinieran a la fe. 
No era él la luz, sino testigo de la luz”. 
Juan Bautista es un hombre maravilloso, gran apóstol, ejemplo para todos los apóstoles. 
La Iglesia lo presenta hoy como el gran mensajero que prepara los caminos del Señor. 
Él tuvo la oportunidad de pasar como Mesías. La gente lo creía así e incluso los hombres espirituales del pueblo de Israel le enviaron mensajeros para preguntarle: 
“¿Eres tú el Mesías?” 
Su respuesta fue contundente: Ni el Mesías, ni Elías, ni un profeta. 
Él se presenta simplemente como una voz: 
“Yo soy la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor”. 
No hay humildad más grande que la de una voz porque necesariamente tiene que limitarse a decir las palabras exactas que le salen de la mente al que habla. 
Y Juan da consejos de conversión a todos. La gente pregunta: ¿qué hacemos? Y él: 
- “Compartan lo que tengan: la túnica, la comida…” 
A los publicanos: 
- “No exijan más de lo establecido”. 
A los militares: 
- “No se aprovechen de nadie y conténtense con la paga…” 
Y ahora nosotros nos preguntamos: 
¿Por qué bautizaba Juan? Y él nos dice: 
“Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. 
La Iglesia en la liturgia de hoy se llena de alegría pensando en el Mesías redentor: 
Con Sofonías nos dice: 
“Regocíjate, hija de Sión. Grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. 
Es la alegría de este tercer domingo. Pero aún hay algo mucho más bello: 
“El Señor está en medio de ti… Él se goza y se complace por ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”. 
Repiensa, amigo: Dios se goza en ti… como en Juan, como en María, y todo lo debemos a Jesús!! 
San Pablo, a su vez, en este tercer domingo de adviento en que la Iglesia resalta la alegría y quiere que todos la vivamos hoy de una manera muy especial, nos pide: 
“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres… El Señor está cerca: Nada os preocupe”. 
Si Dios, Cristo, el Reino; está dentro de nosotros. Por eso repetimos con el versículo aleluyático: 
“El Espíritu del Señor está sobre mí…” 
Gozosos repitamos una vez más con el salmo responsorial: 
“Gritad jubilosos: qué grande es en medio de ti el Santo de Israel. 
El Señor es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré…” 
Sí, entre nosotros y dentro de nosotros está Dios. 
Finalmente, recuerda bien en este domingo: A ti, como a Juan, se te dice que “irás a preparar los caminos del Señor”. Pero ten siempre presente que tú, como el Precursor, debes saber que no eres la luz sino testigo de la luz. 
Que a ti la luz de la fe te viene de Cristo y que es esa fe en Cristo la que tienes que transmitir sin vanidades, con valentía y generosidad. 
Recuerda siempre: ¡Soy testigo gozoso de la luz! 

José Ignacio Alemany Grau, obispo