7 de diciembre de 2012

II Domingo de Adviento, ciclo C

LOS CONSEJOS DE TRES MISIONEROS 

Se acerca la Navidad y la Iglesia nos va preparando para que tomemos, con la debida profundidad, el misterio de la encarnación y no nos quedemos en la superficialidad de nuestra sociedad que vive de espaldas a la fe. 
Con este fin nos presenta tres grandes misioneros que fueron apóstoles de su tiempo. 
El primero es Isaías. 
Se trata del profeta preferido en la liturgia. 
Sabemos que bajo este nombre escriben tres personajes distintos: el primer Isaías (capítulos 1-39); el segundo (del 40-55); y tercero (del 56 al 66). 
El que nos habla hoy es el segundo o deutero Isaías. 
Él consuela a su pueblo y le asegura que vendrá el Señor. 
Con bellísimas palabras pide que preparen el camino al Señor que viene: 
“Preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios… que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor”. 
Pide a continuación que se grite a todos los pueblos: 
“Aquí está vuestro Dios”, y presenta a Dios con poder… trayendo la recompensa… viene también como un dulce pastor “que reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; él mismo cuida a las ovejas que crían”. 
El segundo gran misionero es Pedro, apóstol y mártir, que nos recuerda una vez más “que el día del Señor llegará como ladrón”, pero nos advierte que Dios tiene paciencia por nuestro bien y nos da a todos tiempo para la conversión. 
Una vez más enseña que habrá grandes pruebas en la línea apocalíptica que hemos visto en los últimos días, pero nos advierte que nuestra esperanza consiste en que “esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva”. 
De esta manera Pedro también nos invita a convertirnos antes de que llegue el Señor. 
San Marcos, en el Evangelio, nos habla de que ya se ha cumplido el tiempo que profetizaron los profetas y es el momento para que llegue el Mesías. 
Él nos presenta a Juan Bautista, que es el tercer misionero que hoy nos invita a preparar los caminos del Señor. 
Marcos atribuye a Isaías dos textos que en realidad no es uno sino dos textos de dos profetas distintos. 
El primero es de Malaquías (3,1) que dice: “Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí”. 
Podemos decir que a este mensajero se refiere Isaías cuando dice: “la voz que grita en el desierto”. 
A continuación viene el que es propiamente texto de Isaías (40,6) y en el que leemos: “preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. 
La preparación que pide Juan es la conversión: “predicaba que se convirtieran y se bautizaran para que se les perdonen los pecados”. 
La gente que venía, se encontraba con este gran misionero y modelo de todos los apóstoles, que predicaba la penitencia y era él mismo un gran penitente, “vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. 
La esencia de su proclamación era que el pueblo se preparara a recibir al Mesías “que os bautizará con el Espíritu Santo”. 
De la enseñanza de estos tres misioneros debemos sacar nuestras propias conclusiones. 
Ante todo hacer penitencia, porque viene Jesús a bautizarnos con el Espíritu Santo. Con Él viene la salvación definitiva. 
A su vez el salmo aleluyático nos pide “preparar los caminos del Señor, allanar sus senderos”. 
Por nuestra parte, con el salmo responsorial repetiremos: “muéstranos, Señor, tu misericordia y danos la salvación”. 
Sabemos muy bien que la salvación nos la trae Jesucristo. 

José Ignacio Alemany Grau, obispo