6 de octubre de 2011

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

Reflexión dominical 09.10.11

¿YA TIENES EL VESTIDO DE BODAS?

El mensaje de hoy es muy interesante.
Jesús habla a los sacerdotes y ancianos del pueblo y les propone otra parábola para que vayan entendiendo qué es el Reino de los cielos:
Un rey celebró la boda de su hijo y mandó a sus criados para que llamaran a los invitados.
Estos se excusan y no van, incluso algunos abusan, maltratando a los enviados del rey y hasta matándolos.
El rey se molesta porque no sólo no aceptan ir a la boda sino que maltratan a sus emisarios y acaba con todos aquellos asesinos quemando su ciudad. Luego dice a sus criados:
“Como la boda está preparada y no han venido los que se la merecían, traigan a todos los que encuentren por los caminos”.
Así lo hacen y se llena el salón de fiesta.
El señor entra en el banquete. Lo ve todo hermoso. Los invitados, cojos, tuertos, enfermos, y demás pobretes, van bien vestidos como corresponde a la fiesta del matrimonio del hijo de su rey.
Sin embargo hay uno que no lleva “el traje de fiesta”.
El rey siente la falta de respeto y le pregunta:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”
El “mal-vestido” no tiene excusa y se calla.
Está claro. No se trata de que fueran pobres… Aquí todo es regalo:
El banquete lo regala Dios.
El vestido de la gracia también es regalo suyo.
El problema está en que hay muchos que no quieren purificarse, no quieren cambiar de vida… no quieren convertirse de verdad y piensan que podrán entrar en el banquete de Dios vestidos de pecado.
Este es el tema de la parábola de este domingo y la enseñanza es que Dios tiene un banquete maravilloso para quienes se visten de la gracia del Señor y un castigo para los que no quieren “revestirse de nuestro Señor Jesucristo”, como dice San Pablo.
Nuestra sociedad rechaza a Dios. No acepta que Dios castigue a los malos.
Hoy el hombre se ha adueñado de la situación y le grita a Dios:
¡No te queremos!; ¡no te necesitamos!; ¡no importa lo que digas: no existes!
Lo queramos o no, Dios no depende del hombre sino que el hombre depende de Dios.
Te conviene, amigo, aprender.
Si quieres ser feliz y aprovechar lo que realmente puede darte la felicidad para siempre, busca el vestido que se te acople al alma. Búscalo con tiempo. Piensa que el Dios que te ofrece el Reino, te regala también el vestido necesario.
Esta es la parábola de hoy y para aclararla un poco más, tengamos presente que en el Reino el Padre es Dios, que celebra la boda de su Hijo Jesús.
Recordemos también que Dios llama a todos, buenos y malos. Lamentablemente los invitados no fueron dignos de entrar porque rechazaron a Dios.
Los invitados eran ante todo los del pueblo de Israel, por lo que el Señor tuvo que ir a buscar a los llamados “gentiles” o paganos.
Y finalmente pensemos que los primeros invitados no fueron dignos de entrar.
Si damos ahora un vistazo rápido al resto de las lecturas nos damos cuenta de que Isaías predice también la salvación que trae Dios y la compara, como la parábola de hoy, a “un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares enjundiosos y generosos vinos…”
El salmo responsorial nos invita a repetir gozosamente estas palabras:
“Habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Este salmo 22 también nos repite la misma idea de que el Señor nos hace “recostar en verdes praderas… nos prepara una mesa abundante en frente de mis enemigos”.
Por su parte San Pablo, en la segunda lectura, abunda en la misma idea diciendo que por una parte él está acostumbrado a tener de todo y a pasar hambre, a tener abundancia y privaciones. Pero está seguro de que “en pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús”.
Terminemos con esta frase del versículo aleluyático, pidiendo a Dios que nos ayude a entender las maravillas que nos ha dado en Cristo Jesús:
“El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.

                                                                                   José Ignacio Alemany Grau, Obispo