20 de mayo de 2011

V DOMINGO DE PASCUA


MÍRANOS CON AMOR DE PADRE

“Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”.

La oración colecta de este día tiene una petición que, bien pensado, puede parecer extraña: “Míranos con amor de Padre”.

Yo pienso que Dios no tiene otra mirada para con nosotros.

Pero, de todas maneras, la liturgia como buena madre y pedagoga nos va explicando motivaciones y efectos de cuanto hacemos y creemos.

Y así le pedimos a Dios que nos mire como Padre por dos motivos fundamentales: porque nos ha purificado, nos ha redimido y porque nos ha hecho hijos suyos.

Por consiguiente, redimidos y hechos hijos podemos dirigirnos al Padre Dios y sentir que son realidad nuestras dos grandes aspiraciones, ser libres y vivir eternamente.

Esa es la enseñanza de la oración colecta que a veces se nos pasa desapercibida porque, olvidamos, como ya hemos dicho otras veces que se llama precisamente “colecta” porque recoge los sentimientos propios del día.

Pensando así, es fácil entender por qué hacemos nuestro en el comienzo de la misa el primer versículo del salmo 97: “Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas”.

Entremos ahora en las enseñanzas de las lecturas.

El trabajo de los doce apóstoles se hizo excesivo y complicado. Tenían que dedicarse a la predicación, a la oración, a los grupos, atender a las viudas y necesidades de los primeros cristianos.

Por eso, inspirados por el Espíritu escogieron siete diáconos para dejar de lado la administración y dedicarse directamente a lo más importante: la oración y el ministerio de la Palabra.

De esta primera lectura sacamos, para nosotros, una conclusión muy clara: la importancia de la oración, que nunca debemos dejar.

Por su parte, San Pedro en su carta, nos vuelve a recordar que Jesucristo es el centro de todo y para ello toma de nuevo la comparación de una construcción.

Jesús es la piedra angular escogida y preciosa y todos los demás, unidos a Él, somos piedras pero vivas, y que formamos el templo del Espíritu Santo que llamamos el “cuerpo de Cristo”.

En este cuerpo que es la Iglesia, todos somos importantes, tan importantes que San Pedro dice de cada uno de nosotros: “Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios” y todos nosotros tenemos una función muy importante: “Proclamar las maravillas de Dios que nos hizo salir de las tinieblas” del pecado y nos hizo entrar “en su luz maravillosa”, la gracia divina.

Esto es importante para que ninguno de nosotros pueda volver a decir: no soy nada, no sirvo para nada y tantos otros disparates que no son cristianos.

¡Somos importantes! ¡Somos hijos privilegiados y amados de Dios!

¡Tú eres muy importante para Dios!

En el Evangelio encontramos otra de las definiciones que Jesús da de sí mismo. El mismo que dijo “Yo soy el buen Pastor… yo soy la Puerta”, nos dice ahora “yo soy el Camino y la Verdad y la Vida”.

Cada una de estas definiciones que Jesús da de sí mismo nos descubre su grandeza y divinidad. En realidad Jesús es el único que nos puede llevar a Dios porque Él mismo es Dios.

Él es la Verdad absoluta, la Palabra del Padre, el Verbo de Dios.

Y Él es también la Vida, el que da vida al mundo.

En el mismo Evangelio de San Juan, leemos, hablando del Verbo encarnado: “En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”.

Dentro de las maravillas que podemos entresacar de este capítulo catorce de San Juan, nos gozamos con las palabras de Felipe, un tanto confianzudo en la última cena, cuando en diálogo amistoso le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.

La respuesta de Jesús no puede ser más bella:

“Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí”.

Es una maravillosa enseñanza para que aprendamos también lo que debe ser un cristiano, es decir, otro Cristo.

En efecto, quien ve a un cristiano tiene que ver a Cristo, como quien ve a Cristo tiene que ver al Padre.

Esto quiere decir que debemos llegar a tener los mismos criterios y sentimientos de Jesús para que quien se encuentre con nosotros descubra al Padre Dios.